El “Mamertismo” y la Distorsión Irresponsable de las Narrativas.
Foto Revista Semana |
Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez.
Agricultor, Ganadero, Abogado y Economista Agrícola.
El “Mamertismo” es el hijo “Millennial” del “Nadaísmo” de los años 60. Es también la manifestación cobarde de aquellos que, a conveniencia, se ocultan tras las enaguas de la libertad de expresión para calumniar, injuriar o hacer daño a quienes no les representan una amenaza real. Los hay burgueses y burócratas, comunistoides vergonzantes, agazapados y camuflados. Por eso entre el mamerto y el criminal que no esconde su condición ilegal, me quedo con el segundo.
El propósito de argumentar y discutir nunca debe ser la victoria de un argumento, propuesta o ideología. Toda conversación democrática debe llevar al progreso de todos los que participan en ella y de la mayoría indefensa que debe estar siempre representada por la ecuanimidad y la sensatez que supone el servicio público y un mandato popular.
Toda aspiración y argumento son validos siempre y cuando se mantengan en el marco de la legalidad. A lo que nadie tiene derecho, es a reclamar derechos o afectar de palabra o de hecho los derechos de los demás, sin antes cumplir sus obligaciones cívicas y éticas.
Las posiciones extremas, siempre se nutren unas de las otras. Despiertan odios, pasiones, abusos, resentimientos y violencia a partir de la vulneración de los derechos de los demás. Los extremistas nunca arriban a consensos, y los choques de extremos siempre terminan en imposiciones, independientemente de cual bando reclame victoria.
La narrativa destruye, cuando no está respaldada por la verdad. El resentimiento social o personal, al igual que las causas acomodadas a objetivos electorales o revolucionarios, no pueden justificar recuentos ideológicos, lemas y reclamos confeccionados faltando a la verdad y mucho menos afectar los derechos de los demás o recurrir a la violencia.
El tratar de cambiar la narrativa sobre los hechos históricos, no valida las equivocaciones de épocas pretéritas. Mucho menos homologa la repetición de las mismas como forma de obtener votos o de hacerse al poder que supone la conducción de un Estado.
La civilización no es otra cosa que la cultura de aportar y construir a la sociedad. Cuando la gente protesta, con o sin razón, por lo general solo repite insatisfacciones propias o ajenas, pero poco aporta en materia de soluciones a toda una incuestionable infinidad de falencias.
Hay causas que son asunto de todos y no deben servirle a nadie como narrativa para hacerse notorio, ganar dinero, votos o taparse la cara ante determinadas audiencias. Ni la preservación del planeta y su atmosfera, aire, aguas, biodiversidad, especies, ecosistemas; ni la universalidad e inalienabilidad de los Derechos Humanos; ni la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad; pueden ser causas o banderas de un solo partido político, mucho menos propiedad exclusiva de una ideología que tienda más a cualquier extremo.
Fin LGEV V-3 Julio 18 2021
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