El costo de la honestidad




Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez 
Agosto de 2019

Todo en la vida tiene un costo. Eso siempre hay que asumirlo. Pero lo jodido es cuando una sociedad permite que se invierta la noción del pecado y paguen: “Justos por pecadores”. 

Aquí parece que el gran pecado consiste en: Ser personas de bien, honradas y decentes, rectas en su proceder, capaces y con estilos de vida sencillos, sanos y trabajadores.  

Eso es lo que aquí en Colombia no le perdonan a Uribe y a Duque.

Y los que no se lo perdonan son quienes han mamado siempre abusando del poder y los delincuentes que conforman el manzanillaje político y mediático reenganchado por los anteriores, esos que luchan desde la trinchera populista disfrazados de defensores de causas nobles pero que ocultan el propósito de ganar para  hacer lo mismo que han hecho los otros con el poder: abusar o dejar abusar, robar o dejar robar.

El parche capitalino integrado por los clásicos que enlista el famoso canto vallenato “me voy para la luna” que se adueñó del poder que abusó del poder y permitió robar solapadamente en el Frente Nacional compuesto por presidentes capitalinos y por algunos accidentes provinciales, y quienes desde la legalidad o la clandestinidad les pagaron sus campañas, fueron quienes le enseñaron a robar democráticamente a la izquierda intelectualoide y mamerta y le dieron espacio a los líderes guerrilleros para envenenar más aún el ejercicio de la política nacional. 

Es por eso que quienes han estado asociados con estas personas en medios de comunicación, (que aquí solo son un instrumento político y no un negocio de información objetiva), bien sea en los inquisidores radio juzgados matutinos, los editoriales que ya no dan línea, las desgastadas revistas de chisme, los matutinos que terminan envolviendo aguacates o noveles engendros de presidentes, o los portales y cuentas de redes que se nutren de crear escándalos, seguidores por morbo, en fin, medios y redes donde unos que posan de ser de izquierda presumen y otros también se enarbolan de ser de derechas, manifiestan un odio enfermizo y definitivamente vicioso por dos Estadistas de origen liberal que por ser personas correctas y honestas en su proceder se les atravesaron en el camino y les redujeron significativamente su capacidad de obrar de manera permisiva, perniciosa, abusiva sin vergüenza, descarada e irresponsable en materia de legalidad, al permitir que la política y el poder se utilicen como fuente de enriquecimiento y de profesión o la forma más lucrativa de ganarse la vida en Colombia.

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